miércoles, 7 de julio de 2010

Burnt Offerings (AP #1), parte 6

ADVERTENCIA: Esta crónica, como es obvio, contiene importantes SPOILERS sobre la campaña que narra, así que nadie que pretenda jugar Rise of Runelords debería leerla. Si ya estas jugando la campaña y has superado la parte de las Mazmorras de la Ira pero no has llegado aun a Thisletop no deberías tener problema con lo que leas.

Del diario de Talitha Symarast

3 de Lamashan del 4707 CA


Reanudo la crónica. Es de noche y pronto habré de acostarme, mañana nos espera un día duro. En realidad poco tengo que contar ya.

Cuando desandamos el camino, lo hicimos deprimidos y doloridos. Varios de nosotros, incluida yo misma, habíamos estado a punto de morir en aquella extraña catedral subterránea. Mi hermano tiene una cicatriz que probablemente nunca se le quitará. Y lo peor es que volvíamos casi tan ignorantes como entramos. Sí, ahora sabíamos que allí abajo aguardaba un peligro indudable para Cala Arenosa, pero, ¿quién y qué era aquel duendecillo con mala uva? ¿Qué era aquel lugar? ¿Qué más moraba allí abajo? Y lo más intrigante de todo, ¿qué función tiene el estanque triangular, además de crear aquellos monstruos? Min creyó advertir que la criatura estaba preocupada por el estanque, como si crear aquellos engendros deforme pudiera agotar su poder o algo así. O eso es lo que el resto pensamos cuando ella nos advirtió, ¿cuál podría ser si no la razón de que le preocupara usarlo de esa manera?

Así que llegamos a la fábrica sumidos en un mar de dudas, y hechos polvo. Cuál sería nuestro aspecto que los guardias que vigilaban la entrada se asustaron al vernos. Hel intentó que la cosa no trascendiera de allí, pero con poco éxito, como se vio después.

Fuimos a la catedral, tanto para pedir ayuda curativa al padre Zanthus, como para solicitar su consejo. Yo intenté describirle lo mejor posible lo que habíamos vivido allí abajo, con un énfasis especial en el duendillo molesto de la extraña catedral consagrada a la Madre. Pero tal vez mi descripción no fuera muy adecuada –su cuerpecillo feúcho, alado y pellejudo, su vocecilla estridente, sus ojitos maliciosos, la forma en que conjuraba… desde luego no era un mago, hubiera reconocido a un colega por muy raro que fuese, pero tampoco era un clérigo al uso, ni ningún otro tipo de mágico con el que me hubiera encontrado antes…-, pues el padre no fue capaz de dilucidar gran cosa de ella.

Hicimos planes en la misma catedral, decididos a no cometer los mismos errores. ¿Qué la brujita feérica –o lo que fuera- no podía ser abatida por la fuerza de las armas? (Muy rápida y esquiva era para eso) No importaba, la atraparíamos de otras formas. Usar una red de pescador a modo de cazamariposas, una bolsa de pegamento alquímico, o un conjuro de aturdimiento, si es que se ponía a rango de él… y veríamos qué tal le sentaría un baño en el estanque de lava, una vez que la tuviéramos bien apresadita. En el estanque impío, no, pues como bien señala mi hermano, a saber en qué cosa horrible se transformaría si hacemos la prueba…

Acabábamos de reunir los pertrechos y enseres necesarios para llevar a cabo nuestros planes cuando nos llegó la noticia de que se estaba fraguando otro tumulto delante de la fábrica. Esta vez no fuimos capaz de pararlo; nuestros conciudadanos tienen cierta fijación malsana acerca de lo buena que es la purificación por fuego, y estaban convencidos de que no nos atreveríamos a bajar otra vez porque no lo habíamos hecho ya. ¡Hay que ver qué paciencia tenemos que tener! ¡Como si fuera sensato bajar de nuevo, aún heridos y sin magia! ¡Si es que cuando dicen que el pueblo es la gente sencilla deberían decir la gente simple! Vaya falta de visión y muestra de nula inteligencia.

Por suerte, se nos ocurrió llamar a la alcaldesa para que lidiara ella con aquel lío. Tiene más mano que nosotros tratando con la gente, y para entonces estábamos ya cansados y hastiados. Como si no fuera suficiente que nos hubieran dado una soberana paliza, nos lo agradecían así. Ah, qué pronto se ha olvidado eso de los Héroes de Cala Arenosa. Si es que la fama es verdaderamente efímera…

No importa, ya pasó. Mañana bajaremos. La brujita nos espera. Me quedaré con sus pulseras a modo de recuerdo, si es que consigo usarlas como anillos.

Maldito bicho…

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